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El Duelo

El Duelo

¿Qué es el duelo?

   Se trata de la respuesta emotiva a la pérdida de algo o alguien significativo. Se produce un desapego que genera reacciones o sentimientos que provocan un proceso de dolor. Afecta a todas las dimensiones de la persona. El duelo es un proceso inherente a la condición de vida, común a toda la comunidad humana. Es un estado de pensamiento, sentimiento y actividad que se produce como consecuencia de la pérdida de una persona o cosa amada, asociándose a síntomas físicos y emocionales. El duelo finaliza cuando la persona puede hablar del ser querido desaparecido con manifestaciones de aceptación de esa pérdida.

   Distintos autores afirman que el duelo tiene un comienzo, un proceso y un final. Muchas personas se preguntan cuánto dura ese proceso.  En realidad, se trata de una tarea compleja que experimenta altibajos. El desafío del duelo es algo complicado: aprender a vivir con la ausencia y encontrarle un nuevo sentido a la vida.

 

Tareas para su afrontamiento

 Después de Freud (Duelo y Melancolía, 1913), la Dra. Elizabeth Kübler Ross (Sobre la muerte y los moribundos, 1969) influyó notablemente en el desarrollo del duelo. Ella definió las etapas de transición en un paciente moribundo, que posteriormente se han usado para describir las etapas por las que atraviesa la persona tras haber sufrido una pérdida significativa: la negación, la ira, la resignación, la depresión, y por último la aceptación. Los teóricos del duelo tomaron esta clasificación y desarrollaron sus propias teorías. Worden (William Worden, El tratamiento del duelo, 1982) habla de las tareas del duelo:

·         Aceptar la realidad de la pérdida

·         Identificar y expresar sentimientos

·         Ayudar a vivir sin el fallecido

·         Reubicar emocionalmente al fallecido y continuar viviendo.

   El hecho de hablar de fases y/o etapas puede colocar a la persona en una posición pasiva frente a su dolor, donde no sea posible hacer nada más que esperar que se vayan sucediendo gradual o progresivamente dichas etapas. Por este motivo, este autor prefiere hablar de TAREAS DEL DUELO, lo que sitúa al sujeto en una postura más activa de cara a la elaboración del mismo. Hablar de tareas implica que la persona puede hacer algo para manejar su dolor, aunque dichas tareas requieren un cierto esfuerzo.

   Las tareas ayudarán a que la persona que ha sufrido la pérdida aprenda a abrirse a las emociones que experimenta, sin juzgarlas ni luchar contra ellas y a darles sentido, para ir poco a poco asumiendo la pérdida, recolocándola en su vida y continuar avanzando en el camino que le marquen sus valores.

 

Tarea I: aceptar la realidad de la pérdida

Cuando alguien muere, incluso por causa natural, hay una sensación de irrealidad; por tanto, la primera tarea consiste en asimilar completamente lo que implica la muerte, tanto a nivel racional (sé que la persona ha muerto y no va a volver) como emocional (sé que ha muerto y lo acepto).  La aceptación consiste en asumir que la realidad es la que es. No quiere decir que nos guste o que estemos de acuerdo.  Evitar esta tarea no protege del dolor que supone vivir sin el fallecido.  Aceptar que el fallecido ya no va a volver es una idea dolorosa, aunque permanecer a la espera de una vuelta que no se va a producir es, si cabe, una idea aún más angustiosa.

 

Tarea II: identificar y expresar sentimientos

Es necesario expresar el dolor que se está sintiendo,  identificar los matices de los sentimientos y expresarlos. A menudo estamos poco dispuestos a abrazar el dolor y ése puede ser uno de los motivos de que el doliente no lleve a cabo esta tarea: darle la espalda o evitar el dolor.

Algunas formas de estancamiento serían: evitar mirar fotos o hablar del fallecido, dejar de acudir a lugares relacionados con la persona que hemos perdido o llenar nuestro tiempo de actividades sin dejar espacio para la reflexión o para estar con uno mismo.

 

Tarea III: ayudar a vivir sin el fallecido.

Esto implica adaptarse a muchos niveles: adaptarse a la ausencia del papel/papeles  que desempeñaba el fallecido; adaptarse al significado de quién soy yo ahora sin esa persona, adaptarse también a una nueva forma de entender el mundo, ya que nuestras creencias y valores seguramente se verán modificados tras la pérdida. Es una reconstrucción global.

Un indicio de que esta tarea se ha bloqueado sería que el doliente se aislase del mundo, impidiendo la adaptación, dejar de hacer las cosas con las que se disfruta, o dejar las obligaciones a un lado.

 

Tarea IV: recolocar emocionalmente al fallecido y continuar viviendo

Este punto tiene que ver con volver a vivir, encontrando un sitio en nuestro mundo psicológico y emocional para la persona que hemos perdido. No implica olvidar, que es imposible, ni tampoco renegar de su recuerdo.

Implica vivir el presente, sin renunciar ni anclarse en el pasado, recuperando la ilusión por el futuro. Implica reelaborar el vínculo con el fallecido ahora que ya no está presente. 

 

Conclusión

El orden en que se vayan afrontando, la manera y el tiempo en que se hagan las tareas del duelo serán particulares de cada doliente. Esto quiere decir que cada pérdida es distinta para cada persona, y que los matices y las claves para resolver el duelo en cada persona van a ser únicos.  

El duelo es una respuesta normal y natural, NO ES UNA ENFERMEDAD. Cada persona lo experimenta a su modo, aunque produce reacciones humanas comunes. El duelo posibilita la madurez, se adapta a la pérdida y permite volver a vivir de manera sana sin el ser querido. Es un proceso adaptativo que devuelve el equilibrio.

 

Para más información sobre el tema, no olvides ver nuestro vídeo:

 

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